o céu partido ao meio, no meio da tarde.

segunda-feira, 16 de maio de 2016

Gusano

Cada nota que sonaba me acunaba lentamente.
Todo mi sueño reunido y embrazado por la lentitud.

Ya no sabía si estaba dormido
o si eran los que estaban parados que se habían entregado.
Mi posición era típica, pero mi interior era un pedazo de nada.
Ellos mórbidos a equilibrarse entre los movimientos del tren
y mis oídos morbosos
pringados de bemoles y sostenidos.

No pude descifrar la melodía
pero las no-palabras me descifraban.
Un murmullo del silencio golpeando suavemente mi limbo.
Soñé con lo que escribo y no sé por cuanto tiempo.
Fui eterno en esa máquina que se alimenta de las avenidas ocultas de la ciudad,
que traga a todos los porteños y todos los demás.
Ese gusano de hierro que nos escupe cada dos minutos, abriendo sus branquias como si fueran carnívoras,
deglutiendo y vomitando insectos.

No sé si fue real, sólo sé que me inundé.
Que miré a través de mis orejas,
sentí a través de mi ceguera
y me desperté asustado.
La música seguía y, en realidad, yo seguía adormecido. Pensé que sentía, pensé que oía, pero sólo pensaba .
La vida de adentro es un capullo infinito: yo era y dejaba de ser al mismo tiempo.

Había estado soterrado en las teclas del piano hasta que volví de repente, como cuándo se emerge y se respira.
Mis ojos renacieron. Me habían rescatado unos golpes duros y secos:
sus aplausos me cagaron a palos.
Sus miradas de furia estaban acostadas sobre mi
como si envidiaran que yo habitara un lugar mucho más profundo
que la vida misma

y el subterráneo.

F;

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