Hoy
encuentro en el cielo
el mismo
color de tus sábanas.
El mismo
tono de la cama que escuchaba nuestros secretos.
Hoy veo en
la fachada del edificio de adelante
la misma
dureza de tu cuerpo.
Esa ventana
gigante como mi boca abierta,
acechando
consumirte por entero.
El marrón
del hierro viejo fusionado con el verde de ese árbol
es como tu
cuerpo, liberto y desnudo, atravesado por el claro de mis ojos.
Hoy veo en la
gente que camina en la calle
mi lengua
paseando por tus piernas.
Es como si
todos gritasen tu nombre
o como si
mis pelos desearan vivamente entrelazarse en los tuyos.
Hoy veo en
la melancolía del día tu peso muerto y dormido a mi lado.
Yo abrazándote
como una bestia y mis labios, inhumanos,
devorándote
el cuello.
Mi sed de
saliva.
Hoy siento
en la brisa tu olor.
Mi nariz
como un gran agujero negro
succionándote
la sonrisa,
centrifugando
tu esencia.
Hoy en la
penumbra de la tarde nos veo matándonos de nuevo.
Tanta
fuerza y deseo mezclado, tu sudor en mis poros,
y nosotros como
dos titanes grotescos
advirtiendo
a los vecinos sobre el apocalipsis.
Tu aliento
jadeante. Yo tenso, convulsionado.
Hoy quiero
el sentido de aquellos días
cuando las
paredes nos miraban
y tus
almohadones se quejaban de nuestros gemidos.
O cuando
todo volaba alrededor nuestro y éramos dos únicas anclas en el cuarto,
aplastados
contra el colchón,
que se
divertía y carcajeaba de nuestros movimientos bruscos.
Hoy tengo
la seguridad de que te extraño,
tengo la
tristeza en la punta de los dedos
y la necesidad
de que sea mañana.
Pero no
saber cuándo es mañana me dilacera, me quita el sueño.
Ojalá que se
termine pronto este día.
Porque el
hoy
ya no lo
quiero más.
F;
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