sexta-feira, 3 de junho de 2016
Observado(lo)r
Estaba a mi lado
y caminaba como si sus ojos estuvieran presos
dentro del ciclope cuadrado y blanco
que tenía en sus manos.
Le susurraba algo al celular.
Yo me acercaba, ella era una presa fácil,
para escucharle y entender por qué tenía ese aparato tan cerca de la boca.
Su saliva se impregnaba en la pantalla
como si ella estuviera haciéndole el amor.
Te amo, dijo suave,
y lo repetía una y otra vez
esperando que la pequeña máquina le contestara.
Sentí vergüenza, pero la vergüenza no es un sentimiento:
sentí celos.
Estaba a mi lado, caminando como si sus ojos estuvieran presos
y yo la detestaba. Yo quería lo que ella tenía.
Quería que alguien, con alguna herramienta en la mano,
me hablara con esa voz ronca y débil. Cuando uno se enamora pierde la capacidad de hablar
y sólo balbucea y se sacia los tímpanos.
Ella estaba plena y yo, flotando a su lado por segundos,
sólo sentía asco e incomodidad:
envidia.
Extraño al ser amado,
y mucho más
ser
amado.
F;
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