o céu partido ao meio, no meio da tarde.

quarta-feira, 23 de março de 2016

36 mil sin pies

Viendo el mundo a través de este cuadrado ínfimo
pensaba que mayor libertad era imposible.
Mientras me abrigaba con esa chaqueta de jeans vieja, más fria que el hielo,
que no abrigaba nada.
Cuando la puse pareciera que unas manos gélidas me hubiesen herido la piel,
como cuando uno lava los platos con agua helada
sabiendo que es invierno
y luego se seca las manos, duras y violáceas, en el repasador.

Tan lejos del mundo me siento acá arriba.
Puedo caminar por sobre las nubes con apenas mis ojos.
Deseo intenso de ser cielo.
Celos.
De algo que jamás seré.

Y aquella nube que parte el horizonte en dos,
como un cuchillo de lana,
es la que más cerca está de mí.
Mis palabras resuenan en las paredes de esa caja voladora,
tan solas y pesadas
que llegan a caer de adentro de esa masa de vapor
como gotas de lluvia ácida,
derrumbando sobre los que están en la tierra
todo mi dolor de indecisión;
mi insatisfacción y frustración
como aquella nube:
blanquecina y pálida.

Y yo sobrevolando ese mar infinito de gases
tan suaves como algodón
pero tan inútiles como mis pensamientos de ahora,
como mis pensamientos de otrora
o como los muertos.

36 mil pies de altura
me saturan de deseo
de no volver.

F;

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